viernes, 25 de noviembre de 2016

Capítulo 4

Aun no comprendo del todo bien el mecanismo y funcionamiento de la playa, pero hoy he estado allí.
Lo que más me ha sorprendido es por qué nos empeñamos todos en ir al mismo sitio, había varias personas que te ayudaban a aparcar. Conforme nos acercábamos a la zona, se veía gente en medio de la carretera, empeñados en que dejáramos el coche en el lugar que él nos estaba guardando, algo sorprendente puesto que no los conocíamos. Eran muy amables, se peleaban entre ellos para que les hiciéramos caso. Deben de vivir allí porque estaban muy morenos, o toman el sol todo el día. De hecho, estaban mucho más que los que se tumbaban en la arena sobre unas toallas enormes con colores y estampados de marcas de bebidas, como si eso les fuera a quitar la sed, que por cierto he sufrido todo el día.  Estaban tan morenos que se tapaban para no tostarse más, todo lo contrario que hacíamos los demás, que irónico.
Mi hermana ha dicho que habíamos tenido suerte por aparcar tan cerca, aunque a mí no me lo ha parecido y prueba de ello, es la caminata de quince minutos que nos hemos pegado de la manera más incómoda posible: cargados con una mesa plegable, dos tumbonas reclinables, una nevera azul, una sombrilla; y una bolsa de rafia que contenía dos toallas, un libro, un bronceador y las llaves en un monedero con algo de dinero. Por si esto no fuera suficiente, a alguien se le ha ocurrido que caminar con chanclas cargado de esta manera es algo bueno, pero a mí, después de dos minutos y el calor sofocante, me han empezado a sudar los pies y me resbalaba sobre las propias suelas acolchadas. Me deslizaba por el plástico de aquel incómodo calzado y se me salían cada tres pasos, puesto que apenas iban sujetas al pie por el dedo gordo. Así que cada metro y medio ponía el pie desnudo sobre el suelo, y la chancla se me subía por el lateral del pie. Sorprendentemente no se han roto.
Cuando hemos llegado por fin donde le ha parecido bien a Noelia (el truco de recordar su nombre así, funciona),  hemos dejado el paseo de baldosas para entrar a través de unas tablas de madera de diferentes medidas, que se internaban en la arena, y se ha solucionado el problema de los resbalones, porque los granos de esta ardiente, ardiente, pero que muy ardiente arena, se me han metido por los pies y he ganado tracción. El inconveniente de este trozo de playa ha sido las patadas que le he dado a más de una de esas tablas tratando de caminar por ellas. Debido a que se encontraban a diferente nivel, me he despellejado las yemas de los dedos de los pies, (creo que aún llevo alguna astilla clavada), así que he tenido que levantar mucho las rodillas para no volver a tropezar una cuarta vez. Esto me ha recordado algún trozo de mi vida o a una película de una tal “Alfredo Landa”, (debe de ser eso, porque el vino parecía un ribera del Duero de 8 años por lo menos). Me ha parecido ridículo caminar de esta forma, pero allí había gente sacudiendo las chancletas en medio de la arena, así que no he creído que fuera más absurdo que aquello.
El problema serio ha venido cuando se ha terminado este camino de madera maltrecho y mal planificado, puesto que nos dejaba a mitad de camino de algo que yo he relacionado con el desierto del Gobi en pleno medio día, (otra vez el ribera). No entiendo porque los triatletas no entrenan en esta zona, estoy seguro de que mejorarían sus marcas; es imposible estar más de dos décimas de segundo con los pies descalzos sobre esta superficie blanda. Menos mal que conforme nos acercábamos a la orilla, la temperatura iba disminuyendo paulatinamente hasta llegar a un punto de tolerancia medio. Pero entonces, es cuando mayor era el problema. ¿Dónde narices dejo todo lo que llevo cargado a los hombros y antebrazos? A pesar de que la gente viene a la playa a descansar y relajarse, al menos es para lo que lo hace la señora Noel (no me acostumbro del todo a su nombre, aunque ahora sí lo recuerdo), ¡vienen todos al mismo sitio! Parecen dominados por un collar invisible como el que lleva el perro de mi vecina (la que me saludó fervientemente levantándose el camisón), y en cuanto dejan las cosas en el trocito de arena que generosamente otros usuarios de la playa han dejado, en la que cabe la toalla tuya y las chanclas del vecino, salen disparados hacia el mar y se zambullen enérgicamente, para luego salir de un salto entre las olas y hacer el mismo comentario que he escuchado 5 veces: “está buena”. Supongo que les gustará la comida muy salada, porque yo después del primer sorbo, enseguida he podido comprobar que está salada en exceso, además de que no me ha parecido higiénico beber donde otros mojaban sus partes íntimas. (Y no os quiero decir qué he visto flotar a media tarde).
Bueno, como os iba contando, al llegar a la zona menos caliente, hemos tenido que movernos en el entramado de sombrillas y toallas buscando el hueco que nos habían dejado, incluso me ha resultado incluso más incómodo que lo de aparcar. ¿Por qué no estarán aquí los que nos ayudaban a aparcar? Podrían dejar de estar en medio de la carretera arriesgándose a que algún vehículo les dé un golpe y venir a indicar aquí los huecos, el peligro más grave que podrían sufrir es perder un ojo con alguna sombrilla. Por el camino hasta el hueco que le ha parecido bien a Noelia, he llenado de arena tres toallas con mis chancletas, he salpicado a otras dos chicas que estaban untadas (como las tostadas de mantequilla), creo que yo les he puesto el espolvoreado de cacao (esto es un chiste), he doblado dos sombrillas y volcado un cubo con agua (no sé qué hacía ahí, si tenían toda la que querían a tan solo unos pasos). Al finalizar aquella travesía, hemos podido extender una toalla y media de la otra, para no molestar a los vecinos, y hemos tenido que clavar las chancletas en la arena de manera que ocuparan poco espacio.
Yo no sé mi hermana si al untarse como las chicas-tostada se le ha pasado el calor, pero yo después de todo aquel camino, estaba sudando muchísimo y lo que menos me apetecía, era tumbarme al sol. En ese momento es cuando he comprendido lo de correr hacia el agua. Sin pereza ninguna y con toda la destreza que me han permitido mis piernas, he salido corriendo hacia el agua con mucha energía dispuesto a sumergirme, pero antes de llegar a la orilla, he descubierto que este es el lugar donde vienen los arquitectos precoces. Un enorme agujero lleno de agua, hacía las veces de foso defendiendo un montón de arena, que luego alguien me querría hacer creer que era un castillo. En mi carrera hacia lo que pensé que sería mi solución al calor sofocante que me atenazaba, encontré este obstáculo, y a pesar de mis reflejos y mi intención de saltarlo como en el salto de vallas, puesto que con la inercia que llevaba me resultaría imposible detenerme, dejé el suelo grácilmente para pasar al otro lado donde se hallaba el, en ese momento, ansiado mar. Pero o mis cálculos no fueron correctos, o yo no soy saltador de vallas, me encontré segundos después de bruces en la orilla, después de haber destrozado como un dragón atacaría aquel “castillo”, dejando una huella imborrable de mi cara en lo que pasé a denominar: “mina de carbón, tras explosión de dinamita”. Ahí descubrí que la arena tampoco tiene buen sabor.
Por algún motivo, hay personas allí que se pasan el plato de la comida  a grandes distancias haciéndolos planear por el aire hasta donde se encuentra la otra persona. Y por algún motivo, esta se lo devuelve de la misma manera. Y por algún motivo, lo hacen en la orilla de la playa. Y por algún motivo, yo estaba en ese momento, justo en medio de la trayectoria del plato de uno de ellos. Tengo que admitir que es buena idea que sea de plástico, puesto que si no fuera así, estaría ahora mismo pintando “los Girasoles” (creo que se llama así, el cuadro de Van Gogh, esto también es un chiste). La oreja me regala un pitido continuo desde entonces, espero que se vaya antes de dormir, porque sino, no sé cómo voy a hacerlo.
Cuando he recuperado la consciencia después del golpe, había un gentío a mi alrededor, pero ninguno de las personas que me rodeaban curiosos era mi hermana. La mayoría hacía comentarios del tipo: “ya eres mayorcito para hacer estas tonterías” y cosas así, pero cuando me han oído hablar, alguien me ha defendido y ha dicho: “dejad al chaval, ¿no veis que no está bien?”. A mí no me ha parecido que estuviera mal, un poco dolorido por el golpe en la cabeza, pero por el resto estaba perfectamente. He dado las gracias a todos como me enseñaron en mi barrio, y el mismo chico me ha preguntado que por qué hacía eso. Después me ha explicado, que los chavales de mi barrio estaban equivocados y que se da las gracias o saluda, estrechando la mano y no levantando el dedo corazón. (Pobrecitos, qué vergüenza les va a dar a mis amigos del barrio cuando les explique que estaban equivocados).
Enseguida me he metido en el agua, pero ya no tenía tanto calor y es entonces, cuando se me ha ocurrido beber para probarla, ahí es donde me he dado cuenta de que sabía como cuando me hacen probar el caldo de la paella en casa de…. Bueno, no se de quien es, pero sé que es familiar mío, porque me lleva Noelia. Después de estar allí metido dos minuto que me han parecido larguísimos, me he preguntado qué se hacía ahora, y al ver que estaban todos como ausentes flotando sin mayor objetivo que estar allí, me he aburrido y he salido.
Es en ese momento cuando he descubierto que la tierra se mueve más rápido que el mar, porque no he salido por el mismo sitio y sin embargo, he deshecho el mismo camino que he empleado para entrar. He pensado que si encontraba el montón de arena que algún iluminado había dicho que era un castillo con el que he tropezado, encontraría a mi hermana, así que me he puesto a pasear como el resto de personas que iban y venían, y que debía de haberles pasado lo mismo que a mí. Pienso que así era, porque sino, no tiene sentido que a tan solo unos metros haya un paseo con baldosas, que además llaman “paseo”, y todos paseen por aquí, mojándose los pies, molestándose unos a otros, aguantando las salpicaduras de otras personas y de vez en cuando, esquivando una “castillo” (me entra la risa solo de pensar que a ese amasijo de tierra lo llamen así), o un plato volante de plástico. Todos caminábamos en uno u otro sentido pero solo yo parecía estar buscando a alguien.
¿Sabéis que si camináis mucho por la playa, podéis cambiar incluso de término municipal? Me lo han dicho los dos guardacostas de la Cruz Roja que me han encontrado, (dicen que me había perdido, pero ya les he explicado que no es verdad, que he pasado el día junto al mar). Me han ido a buscar en unas motos que llevaban 4 ruedas y circulaban por la arena (me han gustado), que gandules son, me he jactado de que yo había hecho el mismo camino a pie.

La señora Noel (como está enfadada otra vez y no sé por qué, he decidido que la voy a llamar de nuevo así), me ha gritado mucho y me ha dicho que va a tener que atarme con una correa. He pensado que igual no es mala idea cuando vengamos de nuevo a la playa, así sabré cuando puedo salir corriendo al mar, en lugar de tener que imaginar cuándo tengo permiso.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Capítulo 3

Cuando hemos vuelto de ese sitio, la señora Noel no parecía muy contenta, más bien parecía estar disgustada conmigo. Hay algo que me ha recordado cuando hemos llegado a casa, aunque no creo que me lo había dicho antes.
Desde hace un par de días me obliga a escribir este diario, pero cada vez tardo más puesto que como no recuerdo lo que he escrito ya, debo volver a leer todo de nuevo, así pues, cuanto más escribo más tengo que leer. La mejor noticia es que estoy aprendiendo a teclear con soltura, creo que lo ha llamado memoria muscular, eso está bien, que al menos mis músculos se acuerden de algo, Si lo necesito les preguntaré. (Esto es un chiste, algo que también me ha recomendado que aclare, puesto que no es capaz de diferenciar, cuándo digo algo en serio y cuándo en broma. Y luego dice que el raro soy yo)
Se llamaba centro comercial, me ha hecho anotarlo en un papel de la libretita que llevo siempre en el bolsillo, para que comience a relacionar nombres con lugares. Es un juego divertido, pero a veces parece que a la gente no le guste, porque escribo cosas que no están relacionadas, como por ejemplo en este “centro comercial”: He pasado dentro de una librería preciosa en la que habían muchos libros y le he preguntado al tendero, creo que se llama tendero, si lo que se veían desde fuera en las estanterías eran los lomos de los libros…. Pero se ha molestado cuando le he pedido que me pusiera “cuarto y mitad” y le quitase la grasa. Estoy seguro de que se lo he oído decir de esa misma manera a la señora Noel.
Aquel era un lugar maravilloso, cualquier cosa que pudiera imaginar estaba allí dentro. Era una casa enorme con gente disfrazada de la misma manera y que no hacían otra cosa, que caminar con prisa de aquí para allá con gesto enfadado. He descubierto que hay unas grandes neveras en las que guardan el desayuno. Así que he aprovechado para comer algo, en casa tienen la nevera cerrada con un candado, porque  la señora Noel dice, que no recuerdo cuándo he comido y que siempre estoy “llenando el buche”. Al recordar aquello, he ido a la zona donde estaban los libros, aunque no a la librería de antes para que no se volviera a molestar el tendero, y he buscado la palabra “buche”. No eran los libros que había visto antes, estos eran más estrechos y con muchas fotos bonitas. Un señor muy amable me ha ayudado a entender la palabra, cuando se ha dado cuenta de que había subrayado ya las palabras que no eran “buche,” como me ha enseñado mi hermana en casa, y se ha ofrecido muy amablemente a meterme el puño hasta el buche para mostrármelo.
Me ha dicho que si estoy “gilipollas” o algo por el estilo, creo que eso es un insulto, pero me ha parecido algo incongruente, puesto que me estaba mostrando frente a la cara, el mismo puño que hacía tan solo unos segundos se había ofrecido para buscarme el buche. Así pues, ha seguido preguntándome  si pensaba pagar las revistas playboy que acababa de estropear, pero no me dejan llevar dinero, así que me ha cogido de la mano y me ha llevado con otro señor de uniforme como el de la…. No recuerdo el nombre ahora, cosiría o comisiría o algo por el estilo, vamos donde estaban los chicos uniformados de la semana pasada. Este hombre parecía vestido de la misma forma, pero no era ninguna comisería, estaba junto a las puertas de acceso. Ha intentado ponerme unas pulseras muy incómodas cuando he gritado lo que me habían dicho mis amigos del barrio mientras me bajaba los pantalones: “¡50€ COMPLETO!”. No creo que sea esa la forma de saludar a la gente de uniforme y cada vez estoy más seguro, de que se confunden mis amigos del barrio, porque cuando lo he hecho, muchas chicas se han reído señalándome y un chico con algún tipo de enfermedad, me ha vuelto a ofrecer buscar mi buche con su puño, pero el hombre de uniforme se lo ha impedido. Debe de ser un acto de caridad o educación lo del puño frente a la cara y me ha parecido que estaba enfermo, porque estaba deformado lleno de bultos y manchas en la piel con formas extrañas. La camiseta que llevaba debía de ser de su hermano pequeño o heredado de alguien más menudo, porque le venía muy, muy estrecha, ensalzando más aun los bultos de esa enfermedad. También me ha dado la impresión de que afecta al tono de la piel, porque parecía haber estado semanas tomando el sol. Bueno, y al de la voz. También empleaba un vocabulario reducido a tan sólo algunas palabras ininteligibles, conjugando verbos de una manera extraña y propia de aquellos enfermos, estoy seguro; menos mal que no estaba cerca la señora Noel, porque se hubiera escandalizado por la cantidad de palabrotas que gritaba en público aquella persona. Debe de ser una enfermedad mental, a mi me ha dado pena, parecía haber cogido la ropa de algún vertedero, llevaba unos pantalones vaqueros muy rotos y una camiseta tan estrecha, que me ha dado tanta pena, que me he comenzado a quitarme el resto de mi ropa para ofrecérsela, mientras le ofrecía mi puño igual que él había hacho segundas antes.
Creo que eso no ha sido una buena idea, porque parecía haberle dado un ataque, mientras se mordía la lengua y el labio, envuelto en ira. El chico del uniforme se ha vuelto de nuevo hacia mí al comprobar la reacción del pobre enfermo y me ha derribado antes de que consiguiera quitarme del todo los pantalones. Le ha gritado un par de improperios al enfermo y luego, me han llevado a una garita pequeña donde había muchas pantallas en las que podía verse todo el “centro comercial”. Aun no comprendo por qué se veían en blanco y negro, cuando estamos en pleno siglo 21, supongo que se verá mejor así. En seguida han dicho mi nombre frente a un aparato que me han dicho que se llamaba micrófono y se escucharía muy alto por los atramuces. Yo no me lo he creído y ahora en casa he buscado la palabra altramuces por si estaba confundido, pero no, resulta que es lo que yo pensaba: unos frutos que se comen como aperitivos o se dejan secar, para alimentar al ganado, pero debe de ser cierto que se escucha a través de ellos en el centro comercial, porque a los diez minutos ha aparecido mi hermana a buscarme, es algo mágico. El paladar me ha regalado un vino de mesa común, así que sabía que algo había hecho mal.
No me han dejado quedarme con las “esposas”, así me han dicho que se llamaban las pulseras, pero me han dado un libro para colorear y unos lápices de colores. Para mí que me han confundido con el enfermo de los bultos, porque lo de los colores está bien, me sirve para subrayar las palabras que ya he leído, como me ha enseñado, ¿pero lo del libro? Si son dibujos infantiles de animalitos que conducen ambulancias y grúas. Ya no sé qué pensar, pero me imagino que estos son los libros que interesan a los enfermos mentales, ¿a quién sino se le iba a ocurrir la idea de que un caniche pilote un hidroavión? Me parecen unas tramas demasiado complejas para una mente tan sencilla y limpia como la mía en este momento.
Por cierto, creo que lo que me había dicho la Señora Noel antes de salir de casa, era que no hablara con nadie y no me separara de ella, pero no me acuerdo.
Como mi hermana está cansada de que la llame señora Noel, me ha pedido que la llame Noelia, ya que se parece a lo que recuerdo y resulta menos “chistoso”, eso ha dicho. Aunque insiste en que se llama… jolines, vuelvo a ser incapaz de acordarme de su nombre, así que le haré caso, la llamaré Noelia.

Debe ser una buena idea, porque cuando lo pronuncio, me viene un sabor intenso con mucho cuerpo al paladar. ¡Ah! Y una canción preciosa a la memoria.

martes, 10 de junio de 2014

UNOSYCEROS FORMATO DIGITAL!!!

Hola gente:
Doy a conocer el libro mediante formato DIGITAL.
La novela UnosYCeros, no ha dejado sin opinión a quien lo ha leido.
Si ya la has leído, te pido que des tu opinión en AMAZON (Pincha), se completamente sincero.
Si aún no lo has hecho, puedes comprarlo por MENOS DE 1€.

Aun así, si deseas leerlo y prefieres pedirmelo para dar tu opinión más sincera, te lo haré llegar en formato .mobi por ejemplo (si necesitas otro, házmelo saber).
Solo te pido que opines a cambio del archivo ;)
Y para atraerte un poco, puedes ver el  video del trailer-book.
Gracias a mis amigos por sus voces!!




viernes, 18 de octubre de 2013

Mi corto pero intenso paseo.




Todas las mañanas acompaño a mi hijo desde casa hasta la puerta del “cole”. Damos un paseo y charlamos sobre lo que piensa hacer durante el día o lo que hizo ayer, sino me lo ha contado ya, o es tan interesante que lo recordamos durante la corta travesía. La verdad es que el centro está cerca de mi casa, no es muy largo el trayecto hasta esa puerta negra de metal, que hace un ruido que seguramente, en un futuro mi hijo relacionará con estos años de infancia, espero que con cariño.
Cuando las ruedas de la gran puerta corrediza se deslizan por la guía, entramos como una manada de ñus huyendo de los cocodrilos al cruzar el rio, una imagen que hemos visto en los reportajes varias veces; pues háganse a la idea de que varios de esos ñus van provistos de gorras, mochilas, baberos y carros de bebé. Entramos en el patio, que es la antesala de todas las clases de primaria, esquivando una horda de niños y no tan niños, educados tan solo a medias y ancian@s con carros de combate, que ofrecen la delantera de estos como forma de abrirse paso a través de la manada. Lo triste de todo esto es que l@s abuel@s ya no tienen remedio, y que te atropellen con los carritos de forma deliberada, ofrece un marco de comprensión equívoco a los niños que los acompañan; es decir que las criaturas entienden que los coches de choque de las ferias, se pueden desplazar  fuera de aquel recinto de suelo metálico por el que discurren con lucecitas de colores y sonidos estridentes.
La mala educación de esta gente mayor, se traslada a sus vástagos de segundo grado de una manera intrínseca en este mal comportamiento que sufrimos los papás y mamás que hemos tenido la suerte de disponer, de la enseñanza de un correcto civismo.
Toda esta prisa que han demostrado en la entrada es inversamente proporcional en el resultado, a la salida. Todas estas mujeres y hombres de avanzada edad, provocan un tapón en la puerta, digno por qué no decirlo y continuando con los documentales de la 2 sobre animalillos, de los lemmings: pequeños roedores que se ahogan lanzándose al mar para cruzarlo, pensando que se trata de un rio. Aunque para rio, el caudal de gente que forman estas personas mayores, paradas en medio de la única salida de aquel patio, contagiándose del entusiasta estado de salud en el que se encuentran, compartiendo con el resto de escuchantes sus dolores reumáticos, las malas noches pasadas o el delicioso manjar que piensan cocinar para la comida, enumerando por supuesto todos y cada uno de los pasos que siguen, para que esta pitanza adquiera ese adjetivo bien ganado. Incluye el recorrido guiado que el “maître” ha de seguir esa misma mañana, para conseguir las más selectas especies con las que cocinarla, sin omitir evidentemente el nombre de los mercaderes, incluido cualquier detalle sórdido que crean importante no omitir, muchas veces relacionado con familiares conocidos por los asistentes a la reunión culinaria.
Cuando por fin esquivo la saturada congregación de “Arzaks” y “Adriàs”, mayormente de género femenino, que no únicamente, regreso a casa para comenzar mi mañana; probablemente menos interesante y productiva que las de toda esa gente. El problema serio de todo este tema, es que no puedo disfrutar de ese corto trayecto que separa mi casa de la escuela, tratando de escuchar el trino de algún pajarillo en los parques o mirar el cielo en busca de alguna nube curiosa en su forma o colorido, ni siquiera leer los carteles de los establecimientos, en los que en algunos veo tantas cosas graciosas, comenzando por faltas de ortografía en carteles luminosos, hasta graciosas asimilaciones de ideas o juegos de palabras como “Dulces La Gordita”, o “Aceros retorcidos”. Todo esto es debido a que tengo que emplear todos mis sentidos, en no errar un paso distraído, porque alguno de los animales que conviven con nosotros, deja que sus mascotas “defequen” (esta palabra es tan fea que he querido entrecomillarla) por nuestra alfombra urbana. No quiero ahondar en los tipos de “minas” (por no poner cacas) que puedes encontrar, pero bien baste comentar que en ocasiones parecen más, obra de los hombres que de las mascotas, gracias al cielo este tipo se ven claramente.
¿Por qué pasean entonces con bolsas de plástico en la mano?, ¿serán seguidoras/es de la corriente de Facebook de hace unos años de: “mujeres que se ponen una bolsa en la cabeza cuando llueve”? porque ciertamente para recoger los “regalitos” no son. ¿O es que ahora como no dan bolsas en ningún supermercado las llevan de serie con los pantalones? También es cierto que no todas las personas que tienen mascotas, dejan ese reguero de buen comer de sus animales.
Añadiré: ¡Y menos mal!
 


martes, 15 de octubre de 2013

Reto Noel.



¿En qué situación te gustaría ver a Noel?
¿Dónde crees que se desenvolvería con menos soltura?
Ayúdame a hacer crecer a Noel, propón situaciones en las que piensas que sería gracioso o sorprendente encontrarlo.
Entre todas las que reciba basaré la próxima historia de sus desventuras, y entre todos haremos un NOEL muy nuestro. No os cortéis, os invito a que participéis de este proyecto. Por muy absurda que os parezca vuestra propuesta de situación, os aseguro que seré capaz de involucrarlo con total normalidad dentro del entorno que propongáis.
¿Disfrazado de hipopótamo? Por qué no, o puede que bañándose en café o lanzando tartas al aire.
Mi reto es encontrar una situación, en la que no sea capaz de introducir a nuestro Noel de una manera lógica, y sin “calzador”.
Venga Valientes, ¡¡empieza el reto!!
Dejad vuestras propuestas en mi correo o a continuación en “comentarios”.

Suerte a tod@s l@s valientes, insensat@s.